Translate

Vistas de página en total

viernes, 7 de febrero de 2014

HISTORIAS EN EL TRAM

La otra tarde cogí el tranvía para ir a un evento en Sn. Justo. Trayecto de 35 minutos. Delante mío se sientan dos jóvenes italianos vestidos con ropa deportiva. Casi no hablan entre ellos. Solo comentan lo que ven en sus móviles.  Uno de ellos rapado al cero. El otro cresta capilar y un pendiente brillante del tamaño de una lenteja. Tremenda estética , pienso yo. ¿ Lo hacen expreso para estar horribles?
Se bajan y sube una madre ya madurita, de esas tardías , con un niño de unos cuatro años muy gracioso. Con  gafas redondas de color azul eléctrico. Empieza la conversación , de lo más galáctica. 
- Quiero agua. 
- Ya te he dicho que ahora no tenemos. Iremos a comprar. Y quieres que compremos también pescadito?
- No. 
- Pero Juanito , has de comer pescadito porque el doctor ha dicho que es muy sano y tu quieres ser un chico fuerte, verdad? 
- Yo quiero agua. 
- Compraremos las dos cosas. Porque el pescadito tiene fósforo y te da vitaminas , entonces no te pondrás enfermo y estarás fuerte y así en el cole estudiarás mucho y podrás correr y saltar y bla bla bla. 
La madre se enzarza en una historia interminable. El niño ni la escucha. Solo la mira con sed. 
A menudo , las madres hablamos demasiado. Nadie nos pide tanta verborrea. Parece que tengamos que justificar cada pequeño acto. Los niños no necesitan tanto rollo. Solo disciplina y cariño. Me hubiera encantado decírselo a esa pobre señora, que con su mejor intención estaba liando a un cerebrito tierno y esponjoso. Se bajaron. Debieron comprar agua y supongo que ¡el dichoso pescadito!