Cuando Richard Morton acudió a su tertulia de los Jueves con sus colegas y les dijo que se había casado el sábado anterior en el Ayuntamiento con la linda Sally, la camarera del bar de la universidad, sus compañeros no dieron crédito y se echaron a reír.
" No jodas, viejo loco ¿ Te has casado con la culito apretado, boquita de piñón y reina de las pompas de chicle? " le espetó James Frazer con las órbitas de los ojos salidas entre atónito y envidioso. " Mas respeto amigo, ahora es la Sra. Morton" contesto Richard con cara de pillo y riéndose a gusto. Pero cuando tres años después, Morton en la misma tertulia les dijo que Sally se había fugado con su entrenador de gimnasia y le había dejado plantado, sus colegas volvieron a reírse y esta vez lo celebraron de manera tal que agarraron un cogorzón memorable porque habían recuperado a su amigo el sabio despistado de siempre. Dos años después Morton llegó a Estrasburgo para hacerse cargo de la cátedra de Antropología en un día lluvioso, de los que tiran para atrás. Tabardo subido, bufanda roja, guantes de cabritilla y ligero de equipaje. El taxi le dejo en el numero cinco de la Rue de la Monaie. Su apartamento le pareció acogedor. Tenía lo que el había pedido. Un despacho bien iluminado,ordenador, impresora y butaca cómoda. Lo demás le daba igual. Se instaló con Sansón y se dispuso a empezar una nueva etapa de su vida. Escribía, paseaba con el perro y daba clases en la Universidad. Estaba en la gloria. Hasta que un día normal, mientras daba uno de sus paseos por el parque se encontró con una loca agarrada al cuello que le decía no se que bobadas de que llevaba años esperándolo. La miró. Hoyuelos en las mejillas. Sonrisa de anuncio. Mirada coqueta. Luego vio a Sansón histérico dando brincos con el enorme San Bernardo de ella, revolcándose en una imagen cómica. Y le dio un ataque de risa, porque supo que esa chica había entrado como una exhalación en su mente y de allí tardaría en salir.
