Translate

Vistas de página en total

jueves, 3 de julio de 2014

5, Rue de la Monnaie, 2a parte


Florinda Walkman no siempre había sido gorda ni mucho menos había vestido todo el tiempo batas floreadas. Hija de madre francesa y padre americano había vivido en varios países adquiriendo cultura variada , como la llamaba su madre. Su padre las abandono por el camino justo antes de que aterrizaran en Estrasburgo. Su madre decía que una ciudad con un nombre tan elegante ofrecería un montón de oportunidades y además hablaban francés.
Florinda no tuvo dificultad en estudiar traducción simultanea al ser bilingüe y consiguió un empleo como tal en el parlamento Europeo ante la admiración de su madrecita querida que se dejaba el lomo en las cocinas de un colegio. Esa fue su época dorada. Se compraba trajes de chaqueta que ella consideraba elegantes, rojos de labios y zapatos de tacón. Al salir del trabajo alternaba con los compañeros en los sitios de moda de la ciudad.
Así es como conoció a Abdel Samad , ciudadano Sirio, cuyo nombre significaba SIRVIENTE DEL ETERNO.Esto fue determinante para caer rendida a sus pies. Le adoró desde el primer día. Abdel le hablaba de mil historias de su país. Ella escuchaba con la boca abierta. Nunca nadie le había parecido tan interesante, culto y completo.  Tan pronto le hablaba de su familia poseedora de tierras y palacios a donde la llevaría a ella, como de caballos árabes de lo que era un experto , como de amor. Le prometía amor eterno verdadero . Hablaba y hablaba sin parar. Ella escuchaba también sin parar. Sin parar a pensar que los príncipes  como su Abdel Samad mienten mas que hablan y le iba a partir el corazón y el alma en mil pedazos. 
El día que apareció la esposa del Sirviente Eterno a reclamar sus derechos, Florinda no dio crédito. Tardó tiempo en darse cuenta de que su amor era un villano  y que nunca pisaría tierras sirias. Se despertaba de noche con lagrimones de cocodrilo y sollozos contenidos. Se le secaba la boca y nublaba la vista. Enfermó de desespero. Se le aparecía su amado en sueños y también creía verlo por las calles. Descuidó su físico y a duras penas rendía en el trabajo. Se mareaba y tenía ataques de ansiedad donde le faltaba el aire. 
Hasta que un día decidió que lo suyo iban a ser las patatas fritas, la bollería, los cubos de helado sentada en la televisión y las batas floreadas.