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martes, 8 de marzo de 2016

PORQUE SI HABLAS DE MI, NO ME IRE DEL TODO


MONÓLOGO : PORQUE SI HABLAS DE MI, NO ME IRE DEL TODO

Hoy está lloviendo.

No lo veo, pero lo oigo y me imagino las gotas resbalando por los cristales, como si hicieran una carrera serpenteando a ver cuál llega abajo antes. Como hacíamos de pequeños contigo.

No hay día que no piense en ti. Te fuiste de repente, mientras dormías. No quisiste molestar ni para morirte. En tu línea: discreta y sencilla. No diré que no avisabas. Porque si, lo hacías; pero nunca te creí. Es como si hoy, que llueve, alguien dijera que el sol no volvería a salir nunca más. Tampoco le creería.

Me decías que si les hablaba de ti y de tus cosas a mis hijos, no te irías del todo, y te puedo asegurar que lo hago y que saben perfectamente quién eres sin haberte conocido.

Les he explicado que tu madre, persona alegre y risueña, llamaba “sus perlas” a tus hijos y lo simpático que era tu padre, que fumaba en pipa y resoplaba de lado al reír y el miedo que pasó el día en que se lo llevaron los milicianos por la carretera del Garraf, pero le salvaron sus chistes, que empezó a explicarles cosas a aquellos hombres y acabaron íntimos. Les he hablado de lo terrible que fue la guerra y lo mal que lo pasaste con tus siete hijos ¡siete! porque antes no se programaban como ahora, sino que teníais los que Dios os daba, y que tu marido estuvo escondido un montón de tiempo en una buhardilla solo y asustado y que tú le ibas a ver de noche solamente con tu hijo pequeño, que era bebé y el único que seguro no se iría de la lengua porque no sabía hablar. Miedo. Mucho miedo en todas tus historias de esa época.

Pero sobre todo intento transmitirles tu buen humor, el que yo respiraba como una gran bocanada de aire fresco cuando estaba contigo, tantos y tantos buenos momentos, como aquel día que estábamos en la cocina de cháchara y nos dio la hora de comer sin haber hecho nada más que hablar  y nos pilló muertas de risa porque me acababas de contar la historia de la tía Pepa , tu cuñada , que tenía un pretendiente inglés piloto que la venía a ver por las tardes y se sentaban en la salita del teléfono, genial que hubiera salita del teléfono, tu decías que era un acontecimiento tener teléfono. Ellos se sentaban allí para que los pudierais vigilar, a los pobres, que casi no hablaban. Pero claro, no hablaban porque ni ella entendía una palabra de inglés ni el español. Ella decía que el sonido le encantaba y le parecía romántico. Que graciosa. A mí todo lo que me explicabas me parecía pintoresco y así se lo explico a mis hijos, y lo haré con los hijos de mis hijos para que no desaparezcas nunca ¿y yo? yo te sigo echando de menos como el primer día.


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