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lunes, 1 de diciembre de 2014

RELATO-1- El reencuentro inesperado.

Un día por azar, paseando por Sarriá, Montse vio un anuncio que le llamó la atención. “Curso de autoconocimiento integral y crecimiento interior, impartido por el profesor Bernardo Masía”. Montse se paró en seco - “Que titulo tan sugestivo, pero no tengo tiempo y habrá gente bien preparada” pensó mientras miraba el escaparate de lo que le pareció un centro cultural donde había más prospectos colgados. La foto del profesor decía mucho. Pelo cano peinado hacia atrás, camisa azul tejana bien planchada y mirada sonriente. “Entro y pregunto. No. Mejor otro día. Hoy es tarde. Ay no sé. Es una tontería. Seguro pareceré ridícula”. El cristal reflejaba la propia imagen de Montse. Estatura baja, más bien rellena, su físico no era de lo que más orgullosa estaba. En realidad, no se gustaba en absoluto. “Entro a pedir información. Diré que es  para una amiga “pensaba Montse retorciendo el asa del bolso hasta hacerse daño en los nudillos sin darse cuenta.
Bernardo la observaba desde dentro. Veía la cara de sufrimiento de Montse que se había quedado embobada mirando su anuncio “¿Qué le pasará a esta chica por la cabeza?” Decidió salir y preguntarle.
-        Hola ¿puedo ayudarte? Veo que hace rato estás mirando el cartel- dijo Bernardo con un tono de voz sugestivo y amable entornando un poco los ojos por el sol en contra.
-        ¿Es a mí? – Contestó Montse sorprendida.
-        Sí, claro, no te asustes mujer ¿te interesa el curso? Soy Bernardo, el profesor ¿y tú? – Bernardo por entonces viendo que la chica le miraba con ojos desorbitados, le tendió la mano amigablemente.
-        Bueno – balbuceó Montse mientras le decía su nombre- no sé, es para una amiga. Yo no, o sea  para mí no sé yo si     -Montse intentaba ganar tiempo mientras pensaba que solo quería salir corriendo, volver a su casa, entre sus cosas conocidas, con su gato sus libros y poco más.
-        Pasa sin miedo, te voy a presentar – le dijo el profesor cogiéndole de la mano. No había duda de que ese curso estaba pensado para personas como ella. Se la veía frágil e indefensa.
Al entrar un fuerte olor a incienso la incomodó. Nunca había soportado ese olor. La luz era de fluorescentes, de lo peor. Montse se encontró en una habitación cuadrada con colchones en el suelo donde había  varias personas “No me puedo creer que yo esté aquí  con esta gente que no conozco de nada ¡qué vergüenza! ¿Qué van a pensar de mí? Pero qué horror ¡Socorro! Quiero salir de aquí”
-        Os presento a Montse -  dijo Barnardo - Montse estos son Alvaro, Celia, Jose y Pedro. Todos están como tú, porque es el primer día.
-        Ah. Hola. Perdonad. Es que pasaba y he visto, bueno, el letrero, pero no sé yo si puedo quedarme- a Montse no le salían las palabras ni conseguía hilvanar dos frases seguidas. Sentía las miradas de los demás clavadas en su cara como dardos punzantes.
Y entonces ocurrió algo insólito, algo que recordaría el resto de su vida. Uno de los alumnos se levantó, se le acercó y le dio un  abrazo diciéndole:
-        Montse, querida, no te acuerdas de mí, soy Pedro, el vecino de casa de  tu abuela, el hijo de Maruja.
Y Montse recordó. Recordó los encuentros fugaces en el ascensor con Pedro. Los manoseos y besos rápidos que se daban. El olor entre chicle y caramelo de su aliento caliente, cuando apenas tenían catorce años. Las promesas de amor eterno y las cartas que Pedro le dejaba en la mochila y ella luego releía una y mil veces en la cama. Pero lo que tenía más presente y le había perseguido durante casi treinta años era  que un día Pedro cambió de barrio. Se mudó con su familia y a pesar de las promesas y de que ella le esperó al principio con el corazón en vilo y luego ya rota de dolor sin esperanza, desapareció para siempre, llevándose con él no solo su inocencia sino su confianza en el sexo opuesto.
Montse se separó de Pedro, le miró fijamente a los ojos y le propició una sonora bofetada, una bofetada que le debía hacía muchos pero que muchísimos años.
No se quedó en la clase. Aquel día por primera vez en mucho tiempo se fue cantando camino de su casa.