Siguiendo con mis trayectos en el autobus, esto es lo que he vivido esta mañana:
Se ha subido un grupo considerable de jovenes veiteañeros. Por lo que he oido eran holandeses. Desde luego por el nivel de ruido y educación no eran nacionales. Ni un grito, ni una palabra fuera de tono. Tranquilos y afables se instalan por el bus. Entre ellos una pareja de enamorados se coloca justo delante mío. Ella , pelo recogido con un gracioso moño, facciones redondas y bien proporcionadas, mascando chicle. El repeinado con algo de acné, corto de vista con gafas gruesas y muy atento. Se besuquean, rien, juegan, se pellizcan, hacen todo lo que suelen hacer dos jovenes en su condicion. Me parecen muy graciosos. De repente a ella en un ataque de risa le salta el chicle disparado por los aires. Le rebota a el primero en las gafas, luego en la cara y con unos reflejos extraordinarios, coge el chicle pegajoso y mojado, lo soba entre sus dedos muerto de risa y se lo mete a ella otra vez en la boca. Yo miro atónita la maniobra rápida y precisa. Ella ajena a todo tipo de reparo higiénico, sin pensar si el tiene las manos limpias o no, si le entran millones de germenes en la boca o no, continua mascando su chicle tan tranquila riéndose a placer . Yo sonrio para mi mientras pienso que cuando hay amor ¡todo vale!